Busca los dos millones de diferencias.

Que a las que sabemos distinguir entre fantasmas y realidades, nos duele más.

Y es que hace tiempo que si vuelvo a casa, no estoy en ella.

Y me siento a pensar qué cojones estoy sintiendo,
o sufriendo.

Que a mí se me confunden los verbos
 y siempre acabo siendo impersonal.

La diferencia es simple, yo he prestado mis palabras y se las he dedicado a otros, pero contigo:

Mi labia para tu oído.
Mis labios para tu piel.
Mi lenguaje para los poemas que te escribo.
Mi lengua para...

La diferencia es clara, yo he sido mano camuflada en pieles ajenas, pero contigo:

Mis dedos para recorrerte.
Mis manos para llevarte al cielo.
Mis caricias con tu nombre como destino exclusivo.
Mi caligrafía enamorada del lienzo de tu espalda.

Cada vez que vuelvo a tu cama significa que ya me he ido antes.
Pero ya se sabe, mi brújula siempre marca tu norte.
Y cuando te pierdo de vista termino por desorientarme.

¿Vuelves a correrte en mí, cielo?

Acurrúcate en mi pecho, anda, que me muero por decirte “ven pequeño”, y mi voz está en huelga.

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