Lo tuyo ha sido un asalto

Coleccionar los pequeños detalles de las personas era su afición.


Ella se dedicaba a guardarlos en su biblioteca particular:

Una sonrisa torcida por allí,
una mirada perdida en el segundo cajón a la izquierda,
un guiño mezclado con las caricias de un invierno revueltos en la estantería más baja…


A veces se sentaba en su viejo sofá y simplemente dejaba correr el tiempo mientras observaba todo lo que había encontrado por el camino.


Muchos de sus pequeños tesoros estaban cubiertos de polvo,
otros desgastados por culpa de los años,
y la inmensa mayoría de ellos ya habían perdido cualquier tipo de significado.

Y entre tanto cachivache y tanto recuerdo tonto, 
se escondían las normas de algo a lo que ella solía llamar vida:


“Lo que hay debajo de este vestido,
son mis normas,
y puede romperlas (preferiblemente con los dientes),
Eso sí, el corazón por favor, déjelo donde estaba.”


Que diferente era todo ahora…








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