Seas quién seas, estés dónde estés

Si la coraza que retiene mi ser, 
me dejara salir un poco,
tan sólo un poco.

Como el agua del desierto quita la sed del sediento, 
quisiera tenerte en la boca siempre, 
pero el agua baja por la garganta 
y sólo se disfruta en un momento fugaz.

Tú me recuerdas la calle de noche, 
las tejas en callejones antiguos, 
la luna que mira de lejos.

Si un alma puede gritar, ésa es la tuya, 
y el eco retumba con la fuerza del viento 
que tambalea al caminante.

Quizá el agua alivia la sed pero no quita el calor, 
quizá el viento helado quita el calor pero no erradica el dolor.

Si un alma puede gritar, ésa es la tuya, 
y la habitación es tu lugar.

Eres la tarde llena de nubes, 
eres la silueta de un árbol muerto a la orilla del camino, 
y la flor que nace a su lado.

Eres el fin y el principio, 
el sol del desierto, 
la luna de la calle, 
el árbol del camino, 
la flor que no vemos 
y la fe que soñamos.

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